Uno de los temas sobresalientes que el PSOE podrá en su congreso de octubre – un tema que enciende la izquierda cada vez – es el de revisar los acuerdos con la Santa Sede. Neutralidad estatal y pluralismo religioso y, añaden, filosófico, son las metas que hay que alcanzar. En resumen, impulsar “las diferentes opciones de ética privada, religiosas, morales o filosóficas de todas las personas” en una Ley de Libertad de Conciencia, Religiosa y de Convicciones.
La Conferencia Episcopal Española en un documento (“Fieles al envío misionero. Enfoque al contexto actual y al marco eclesial; orientaciones pastorales y líneas de acción para la Conferencia Episcopal Española”) los obispos han subrayado que ir hacia una sociedad líquida, “voluble”, carente de “solidez en los grandes principios ideológicos y en las grandes causas” no es realmente un gran progreso, de hecho. Los obispos han denunciado la voluntad gubernamental para que se vaya en dirección a una sociedad neopagana: “asistimos a un intento deliberado de ‘deconstrucción’ o desmantelamiento de la visión cristiana del mundo”.
Ya se sabía, pero buscar una vía legal (política) para sancionarlo sin contradictorio es a juicio de muchos una forzada. Pero lo que el documento de la Iglesia hace claro y evidente es que de este modo se va atrás en el tiempo en lugar de ir avatos, al “resurgir artificial de las ‘dos Españas’ de tan dramática memoria”. Es con el populismo, el radicalismo de la ideología y de la ideología de género, el intento único de reafirmarse a sí mismo en detrimento de los demás. La ley hará exactamente lo contrario de lo que se ha propuesto hacer.