Nadie se salva solo. La conciencia de que el mundo post-pandemia debe ser repensado juntos, independientemente de su credo, es el tema que ha abierto “Pueblos hermanos, tierra futura”, la convención para el diálogo religioso organizada por la Comunidad de San Egidio. Como ha subrayado el presidente de la Comunidad, Marco Impagliazzo, “el nuevo comienzo no debe ser una historia de degradación o, peor, nos separe unos de otros”.
El arzobispo de Canterbury, Justin Welby, ha hablado de los desafíos climáticos y de cómo superar la pandemia (“Los efectos durarán décadas. Sin embargo, somos una generación bendita, porque tenemos la posibilidad de crear un nuevo mundo justo”), del “nuevo comienzo” el patriarca de Constantinopla, Bartolomé I (“El mundo de antes ya no existe y tenemos en nuestras manos la posibilidad de construir un nuevo comienzo, que sólo podrá ser a la vez”, si utilizamos el conocimiento, la comprensión y el respeto).
Pichas Goldschmidt, Presidente de la Conferencia de Rabinos Europeos, ha subrayado la necesidad de una interacción de los seres humanos (“Debemos cultivar nuestra interdependencia y comunión humana… El nuevo mundo que se está desarrollando después de esta pandemia debería aprender de Caín y Abel, los primeros dos hermanos, que nuestra relación con Dios no puede ser sólo individual y exclusiva, pero debe incluir a nuestros semejantes, hombres y mujeres”), de la “gran mentira” del choque de civilizaciones Sheik Al-Duwaini, vicario del gran imán de Al-Azhar, de la “feliz experiencia” de los pasillos humanitarios para los prófugos, realizados también gracias a la contribución de la comunidad de San Egidio, el Ministro italiano de los Interiores, Luciana Lamorgese, que los definió como “una de las mejores prácticas a nivel mundial en el campo de la inmigración y la integración”.