El cabreo de Alfons Mais, jefe del ejército alemán, no es sólo sobre su Bundeswehr, limitados en inversiones y hombres, sino sobre todo sobre la actitud de su Gobierno: “Sabíamos que llegaría la hora y no pudimos actuar de antemano, sacar conclusiones de la anexión de Crimea y ponerlas en práctica. ¡Esto no está bien!” y añadió: “Estoy cabreado”.
Todo el mundo se ha dado cuenta de las ambigüedades alemanas y no basta la actitud a veces conciliadora de otras perdida, del nuevo Canciller Olaf Scholz, para hacer cambiar de opinión a los observadores. A la petición de Kiev de apoyo militar, Scholz se atrincheró tras una imposibilidad de intervenir, se ocultó, hasta que ayer el jefe de grupo de la CDU en el Bundestag, Norbert Roettgen, le gritó: “Estaba en contra del envío de armas para mantener abiertos los canales de comunicación con Moscú. Todo esto ha terminado. Lo que importa ahora es la defensa. Cualquier arma que podamos proporcionar, debemos enviarla a Ucrania”.
Scholz meditará si lo hará, como ha meditado (demasiado) en estos tiempos. En el Nord Stream 2, por ejemplo, el gasoducto que es el verdadero centro de la cuestión, en el que sólo en el último momento suspendió la certificación: en otras palabras, fue presionado por todo el mundo y no canceló el acuerdo con los rusos, se nota, pero sólo lo congeló. Demasiada dependencia de Rusia, incluso política.
“Debes emanciparte de Gerhard Schröder” le dice el mundo (es el ex canciller del Spd amigo de Putin que recibe el sueldo de Gazprom), pero Scholz quiere seguir defendiendo lo indefendible. En Politico.com el analista Matthew Karnitschnig escribe con agudeza: “En la mitología popular, esa lealtad (como mucho en la Alemania moderna) está estrechamente ligada a sus culpas de guerra. Sin embargo, si esta fuera la razón, Alemania tendría una deuda aún mayor con Ucrania y Belarús, países que han perdido aún más personas en la guerra a manos de los alemanes pero que apenas están presentes en la cultura de la memoria colectiva del país”.
Culpabilidad en un solo sentido. La industria alemana también depende en gran medida del gas ruso (y aún más sin carbón y nuclear). Así que, por ahora, Scholz ha decidido no ser un héroe. Incluso la decisión sobre el Nord Stream llegó en el último minuto y sin demasiada convicción. La pasividad alemana en esta guerra que acaba de estallar está a la vista de todos.