Ucrania rehén de las tensiones entre Este y Oeste

“¿Cómo reaccionarían los americanos si tuvieran misiles en la frontera con México o Canadá?”. En su respuesta a una periodista durante la tradicional conferencia de prensa de fin de año, Vladimir Putin destacó que sí las conversaciones que acaban de comenzar con el presidente estadounidense Biden van bien, pero que todavía queda mucho por aclarar sobre Ucrania. 

La cuestión es espinosa: 175mil soldados rusos se han amontonado, en los últimos meses, en las fronteras del país que separa Rusia y Europa, según los americanos para invadir el país poco a poco y anexionarlo como lo hizo, con tropas y un referéndum considerado por la Unión Europea ilegal, en 2014 con Crimea. Al mismo tiempo, sin embargo, la OTAN habría respondido con 40.000 soldados, los de la Response Force, dispuestos a luchar y a llegar a Kiev en cinco días, justo los que necesitarían los rusos para llegar a la capital ucraniana. 

Es el nuevo frente en el que todos tienen razón y todos se equivocan. Hacen bien en señalar siempre europeos y americanos que Ucrania es un Estado soberano, poniendo freno a las ambiciones rusas que consideran a Ucrania su malgarado la disolución del Imperio soviético hace treinta años, y hacen bien los rusos en recordar que la anexión de Ucrania a la UE no es posible porque había pactos claros entre Europa y Rusia. 

Y así Ucrania está destinada, después de ocho años de guerra con los rusos en los territorios disputados del Este del país y catorce mil muertos de ambos bandos, a convertirse en una nación y un territorio tampón, utilizado para la nueva “guerra fría” entre el Este y el Oeste.

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