No pasa na’. Hay una derrota de vez en cuando si se juega cada tres días: es el precio que deben pagar los grandes – y el Betis entró de derecho en esta categoría – con un calendario casi absurdo. El pasado jueves a triunfar en tierra vasca, el domingo en campo contra un equipo de Champions, el miércoles el duelo decisivo en Vallecas para la Copa del Rey, el próximo domingo en Valencia con el Levante hambriento de puntos, el próximo jueves con el Zenit en San Petersburgo y después de tres días el Mallorca.
¿Es normal? No, no lo es, aunque quieren hacernos creer que lo es. Con etapas forzadas como éstas, es normal encontrarse con un día menos brillante, como sucedió ayer en el Villamarín. La diferencia la hizo el golpe de cabeza de Pau Torres, dejado bastante solo. Si se hubiera ido al descanso con un empate, habría sido otra partida. Y luego estos rigores… Estamos de acuerdo en que el penalti – concedido luego cancelado por el árbitro a favor de Betis – no era tan evidente, pero un tiro peligroso fue desviado en medio del área. ¿O no? ¿Estamos seguros de que al Real Madrid, por ejemplo, no se lo habrían concedido?
Una consideración más: William Carvalho en este equipo es fundamental, para los equilibrios en medio del campo y para los ritmos que impone al partido. Es suficiente que Guido, al volver imaginamos muy cansado de Argentina con ida y vuelta en tres días (la famosa sobrecarga de compromisos de la que hablábamos y que sólo hace daño al fútbol), jugase menos bien de lo habitual y el mediocampo no era el mismo de siempre. Para manejar las energías de todos sólo Mister Pellegrini puede hacer milagros, porque de milagros se trata.