El Ingeniero se ha quitado la satisfacción de decir la verdad: “Ganó el que mejor jugó”. Palabras dirigidas a Mourinho, que simpático y cordial con el señor Pellegrini nunca lo ha sido, que debe recibir esta derrota y esta lección futbolística. “Este equipo no juega a empatar”, añadió el técnico de un gran Betis, que este año puede apostar muy alto en esta Europa League.
El primer puesto en la clasificación está casi blindado, lo que evita muchos problemas. Anoche en Roma la demostración de fuerza fue importante: la ocasión de Canales y el poste de Fekir para comenzar la fiesta (y el francés saldría muy pronto, con Luiz Henrique como sustituto) y por debajo de un gol por un penalti de Dybala casi al final del primer tiempo. En resumen, una situación que ya se hizo difícil por el hecho de jugar en un estadio agotado, 60 mil a gritar fuerte (sí, porque este año, no se dice, pero Roma apunta a la Scudetto) y condiciones desfavorables no han detenido este gran reloj suizo que hoy es el Betis.
Pellegrini ha construido un engranaje que siempre funciona, una máquina que aplasta inexorablemente a los oponentes, y luego primero Guido lo maneja con una rara precisión y potencia, luego Pellegrini mismo con el cambio correcto que pone a Rodri en el campo, luego Claudio Bravo con un par de intervenciones modelo “obras maestras”, y finalmente Luiz Henrique que la pone donde el portero no puede llegar a dos minutos del final por el éxito bético (y nos muestra qué clase tiene, el brasileño, cuando se esfuerza).
Roma se va a casa después de haber aprendido muchas cosas. Y el Ingeniero va a la sala de prensa más tranquilo que nunca, como si se hubiera jugado un amistoso y no construido una máquina que aplasta todo.