Según los historiadores de la gastronomía, la pringà, la delicia que sólo en Sevilla se puede degustar, tiene un origen sefardí (un cocido llamado adefina, era el siglo XV) y popular (¿cuántas versiones de puchero han existido siempre?). Hoy la verdadera versión, sobre todo en “montaito”, ha permanecido familiar y entre todos los que se empeñan en la mescla sapiente de “gallina, chorizo, morcilla, una punta de jamón, un poco de ternera” la hemos disfrutado – y volvemos siempre porque las cosas bellas no se olvidan nunca – está en Valencina de la Concepción, en la Venta Bobito.
Al lado, en Itálica, en la actual Santiponce, ha pasado la Historia. Aquí nacieron los emperadores romanos Adriano y Trajano y es una pena que, al menos escuchando las fuentes, se hayan perdido un bocadillo tan rico y lleno de historia española. Venta Bobito prepara esta explosión de sabor en la versión tradicional, pero también en la “rosca” si la mesa está llena de amigos que quieren compartir esta exquisitez.
Desde siempre este rincón que huele a Historia y tranquilidad está en la parte superior de la preparación de la pringà. También para llevar a casa, en frascos listos para usar. Jean Jaurès decía que “la tradición no es mantener las cenizas, sino mantener viva una llama”. Quizás la de la cocina y la de los golosos ya lo sea.