Este Betis que de repente recordó su fuerza, sólida y feroz hasta el último minuto, capaz de justificar sus amnesias defensivas con una victoria que permanecerá en los anales, especialmente en el momento en que vino (antes del 14 de marzo), este equipo no debe plantearse ninguna meta. Nos dimos cuenta de que puede vencer a todos y ver la clasificación a veces da una mano importante.
El Betis va a jugar el derby tan esperado después de cuatro victorias consecutivas y sabiendo sobre todo cómo estos éxitos llegaron: en los últimos minutos – el equipo nunca se rinde – cuando el oponente (generalmente se enrolla en su área toda la partida) cree que ha llegado a la meta. Con Getafe, Cádiz y Alaves se necesitó paciencia de los fuertes, y así fue. Formaciones que no hacen más que ver jugar, en el Benito Villamarin como en otros sitios, un equipo que sabe jugar y esperar el momento oportuno.
Símbolos de este crecimiento son cada vez más el eterno Joaquín que anoche parecía una garza en vuelo como si de años todavía tuviera veinte, y el subestimado, porque no tiene un nombre altisonante pero es sólo sustancia verdadera, Borja Iglesias. El “Panda” que resolvió, con la clase de un jugador internacional, los partidos conquistando rigores y marcando redes magistrales.
Además naturalmente del comandante Pellegrini (54% del total son los partidos ganados), que predica tranquilidad pero que sabe que ya ha hecho un milagro. Veintitrés de los treinta puntos que se han conseguido este año dan la dimensión de lo fuerte y convencido que es este grupo, al que aconsejaríamos no poner límites, pero tampoco hay que decirlo.
Estar convencidos de los propios medios, saber “desenterrar” al adversario, cambiar una derrota en una victoria de la regularidad: el Betis sabe quién es, una formación que se ha consolidado en la cabeza antes que en los fichajes, con un futuro brillante que parece ya llegado, aquí presente y el domingo en el derby.