“¡Hermana, mírame! Puedo nadar tan rápido aunque no tenga brazos”. La alegría incontenible es la de un joven chino que el mundo ha comenzado a adorar en estos días. Los límites son a menudo ilusiones, dijo una vez el jugador de baloncesto más famoso, Michael Jordan. Y de ilusiones están hechos nuestros mejores sueños. Como el que vivimos con el nadador chino Zheng Tao, que a los treinta años y sin brazos ha ganado cuatro medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Tokio. Como Michael Phelps, como Mark Spitz.
En un mundo de límites (nuestros tiempos, los espacios, las pandemias) es precisamente Tao, que perdió los brazos de niño por un scock eléctrico, que nos acompaña a volar: ganando como una criatura marina. Es el agua, el elemento primordial, que hace de las piernas del joven Zheng dos alas para realizar el sueño.
Se ha convertido muy seguido en las redes sociales y no es de extrañar que muchos lo consideran “una verdadera inspiración” y “una fuente de orgullo”. Zheng, que comenzó en el Mundial de natación paralímpica de Eindhoven, ha sido un ídolo en China durante mucho tiempo. Pero ahora, de estos Juegos Olímpicos, pertenece a todo el mundo porque nos ha enseñado (y nos enseña cada día) algo.